lunes, julio 10, 2006

entrevista de Pablo Accino para www.musicadeautor.com

por Pablo Accino


Aulanalua es un disco de banda: lo que tocamos juntos es lo que se grabó.”

Aparece apenas unos minutos después de la hora prevista por la Calle Libertad, con rigor de artesano. Enfundado en vaqueros, camisa blanca y chaqueta oscura, Leo Minax lleva diez años de carrera discográfica pero habla de Aulanalua como un primerizo. Una semana después de su presentación en el Libertad 8, recorre con seriedad su biografía y trabajo; y tan sólo si titubea, curiosamente no en las lagunas -que no parece haberlas- sino cuando habla de lo que aprecia, como si ralentizase en busca de la frase que encaje con el alto concepto que guarda de ello.

Has comentado alguna vez una frase de
Manuel Vicent en la que decía algo como que las ciudades son importantes por lo que tú consigas en ellas de importante; en este sentido, después de 19 años en España, ¿cómo te ha tratado Madrid?


Muy bien. Madrid significó para mí la posibilidad de trabajar con la música, porque en Brasil no sabía muy bien de qué manera encauzar esta actividad. Siempre había intentado relacionarme con la música de una manera vital, pero en el momento que tuve que intentar hacer de ella mi principal actividad, fue cuando me planteé salir de Brasil. Realmente es en Madrid donde me encuentro con el gusto de descubrir que haber prescindido de otras cosas para dedicarme principalmente a la música había sido una buena decisión. Antes de llegar a Madrid estuve en París pero apenas un año. No llegó: diez meses. Realmente allí se produjo mi primer encuentro con Europa, pero considero que Madrid es mi primera ciudad.


Habrá vivido aquí y allá pero eso sí, dicen que para el fútbol y la guitarra no hay nada como ser brasilero...

Sí, pero se produce el fenómeno de que la música brasilera que yo escuchaba viviendo en Brasil no coincide con la que se escucha fuera de Brasil. Yo hago una división un poco tonta pero útil: hay una música de brasileiros (entre las cuales se incluye la anglosajona, por supuesto) y una música brasileira que se vende fuera de Brasil, como imagen del país y que no siempre corresponde con lo que escuchan los que están allí. Yo escuché mucho tiempo la música de Minas Gerais (Milton Nascimento...) y es la música autóctona con la que más relación instrumental he tenido. Empecé a tocar bosanova y samba realmente fuera de Brasil, aunque allí los escuchara involuntariamente, como parte del »mobiliario« de la casa en la que crecí.


Antes de Aulanalua, hubo tres discos: Bonito de escutar (1996), Sol no breu (2000) y Stereo13 (2003). En este tercer disco cedes la producción a Suso Sáiz, ¿qué diferencia percibes del cambio de ser chico para todo a que te produzca alguien con su experiencia?

La diferencia es la de tratar con alguien que ha dedicado gran parte de su vida a la producción y a darte cuenta de las necesidades reales de ésta, cuando uno quiere hacer un disco. Yo soy músico, autor, cantautor pero no soy productor. Ser un productor significa saber otras muchas más cosas que un autor no sabe. Y en el caso de Suso, no sólo sabe muchas cosas en lo estrictamente musical; la suerte de tenerle es que es un interlocutor bastante solvente para otras cuestiones externas, lo cual enriquece mucho más su faceta de productor musical. Realmente, el cambio fue brutal.


Aulanalua se percibe como un disco de banda, de directo.

Sí, lo único es que fue grabado dentro de un estudio, sin público. Estamos tocando juntos y todo lo que estamos tocando, es lo que se ha grabado en el disco.


A la hora de cantar notas la diferencia, sobre todo con respecto a otros discos.

Sí, sobre todo con respecto al anterior porque fue el único en el que no trabajé con la banda en directo. Stereo 13 fue un disco de cortar y pegar, de laboratorio, con pocos elementos, con pocos músicos y donde usamos muchísima ingeniería. Una propuesta diferente en mi carrera y que, por supuesto, a mi también me encanta.


El disco que acabas de publicar, Aulanalua, incluye hasta siete colaboraciones. Es algo habitual en tus discos, unido al fenómeno de la coautoría, ¿es una práctica que disfrutas?

Sí, lo disfruto y también lo necesito en cierta forma porque si no, no podría hacer canciones en lo que se refiere a mantener un nivel de autoconvencimiento con respecto a mi producción. Necesito de la aportación de otros autores porque la tendencia a la repetición es algo real. Y bastante generalizada, creo. Básicamente intento compartir para no repetirme, aunque hay colaboradores y coautores con los que llevo mucho tiempo y también nos repetimos. Digamos que también es una manera de someter mi creación a un tipo de reflexión que conlleva el trabajo compartido. Creo en la creación colectiva. Por otro lado, la aportación de Arnaldo Antunes, Iván Ferreiro, Moska, Javier Álvarez, Marina Machado y Javier Vercher añaden calidad e interés al disco.


Pero son 4 discos en diez años, que no es poca cosa. Y al mismo tiempo eres referencia ineludible dentro de tu género, tanto para tus contemporáneos como para los autores que están surgiendo de tres años aquí. Algo debes estar haciendo bien.

Bueno, eso es una buena sorpresa, al tiempo que me obliga a seguir preocupado con mi producción. Lo básico para mí siempre ha sido publicar algo en los momentos en que sentía que tenía bastante material para publicar. Exceptuando mi primer disco, que puede ser mi obra más ingenua: prácticamente publiqué las canciones que tenía listas para publicar. La diferencia en relación al primer disco es que entonces no tenía obra, en el sentido de haber acumulado composiciones, y poder elegir entre ellas. Pero todos los demás discos fueron publicados porque siempre llega un momento en el que digo «o saco estas canciones o se pudren».


Uno de los conciertos que mejores recuerdos han generado en todos los que asistieron fue el concierto en el Festival Etnosur junto a Javier Ruibal y Jorge Drexler. Muchos comentaban, «por fin está ahí Leo Minax».

La experiencia del Etnosur fue muy buena. Realmente no creo que por el hecho de estar a la altura de Javier y Jorge, que son grandes referencias para mí, sino por la posibilidad de estar ahí con ellos, de compartir y disfrutar de lo que es el Etnosur, de tocar para tanta gente. Éso fue lo que más me impresionó y lo que ha quedado de todo esto.


¿Has descubierto mucha música en España?

Sí, por supuesto, y me ha servido para dejar muchos prejuicios que traía de Brasil. El hecho de que la música tenga en aquel país una importancia tan grande como producto cultural, actuó sobre mí de una manera negativa: llegó un momento en el que era muy fácil encasillar la mala y la buena música, y simplifiqué mi criterio durante mucho tiempo. Digamos que arrastré durante un tiempo prejuicios del músico orgulloso de haber nacido en Brasil. Fue aquí donde realmente empecé a abrir los ojos y las orejas para escuchar cosas que en Brasil no hubiera podido hacer o me hubiera llevado mucho más tiempo descubrir. Y gracias a eso, desde el punto de vista de mi desarrollo como oyente, gracias a las músicas y autores que he oído aquí en Madrid, he podido disfrutar del cambio.


Tienes una web , un blog, un My Space, un Hood... ¿te aporta mucho la tecnología?

Ahora mismo lo que nos brinda la tecnología y las facilidades del mundo de la comunicación a los artistas y a los autores, cantautores, en especial, es muy importante. La posibilidad de que una persona al otro lado del planeta te esté escuchando, y sepa algo de ti y pueda regalarte palabras de estímulo a través de un e-mail es muy importante, sin duda. En cualquier caso, no sólo lo hago con esta intención, sino también con ganas de poder llegar a tocar en otros lugares a los que mis discos no han llegado. Creo que mucha gente que también usa esta herramienta lo hace con esta finalidad.


Sin embargo, es curioso que el primer agradecimiento en Aulanalua sea para la SGAE, que durante mucho tiempo se ha pronunciado en contra de esta «expansión no reglada».

Sí, pero gracias a la SGAE se ha financiado la mitad de la producción. Entre otras cosas, cuentan con un sistema de adelantos de lo que generamos los autores y, gracias a ello, pude hacer frente al disco. De todas formas, yo no creo que lo que hago interfiera con la política de la SGAE ni con su reivindicación. Sería tirar piedras contra mi propio tejado. Mi presupuesto depende en gran parte de la recaudación de derechos de autor y tengo que pelear por ellos también. Lo único que ocurre es que hay un cambio en la mentalidad: cuando comenzó la crisis de la industria veían a Internet como el gran diablo a batir, ese vehículo para descargarse canciones sin contemplar la remuneración de derechos. Está claro que estoy en contra de la piratería. Pero creo que la relación entre la música, la industria e Internet está cambiando. Ahora se ve a Internet como un aliado más, como una herramienta de promoción y de exposición indispensable, que nos favorece a todos. Por otro lado, la venta de canciones por Internet ya es una realidad. Una buena alternativa. Por ejemplo, yo cuento con un catálogo en iTunes . Nos vamos adaptando a un panorama que se va moviendo muy rápido, y las obras de los autores tienen que estar protegidas.


¿Que proyectos tienes a partir de ahora, aparte de la promoción de Aulanalua?

Seguir trabajando y componiendo, consolidando un repertorio nuevo para un quinto disco en solitario pero sin fechas ni plazos. Sencillamente me gusta seguir trabajando y componer hasta ver que es el momento de publicar. Nunca he pensado en términos de años para lograr objetivos. Mi única meta es madurar como cantautor, porque entre otras cosas, creo que un cantautor se hace con el tiempo, y diez años son muy pocos. Yo espero seguir haciendo canciones y mejorarlas con los años. Paralelamente, tengo un proyecto por publicarse, que con suerte sale este año pues está grabado hace mucho. Se trata de un disco a contrabajo, guitarra y voz con Pablo Martín –gran contrabajista-, que en cualquier momento verá la luz.